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jueves, 25 de marzo de 2010

Juan José Morales: La truculenta historia de la ouija del diablo

Lo compartimos en Twitter, pero había que ponerlo aquí, cómo no

La truculenta historia de la ouija del diablo
Por Juan José Morales
Impacto Ambiental

Durante más de dos años, el Ejército mexicano y las policías de varios estados han estado utilizando, para detectar drogas, armas y explosivos, un aparato denominado GT200, fabricado en la Gran Bretaña por la empresa Global Technical Ltd. Pesa menos de medio kilo, puede llevarse en la mano, tiene una antena móvil, no necesita baterías ni fuente alguna de energía convencional —utiliza, dice el fabricante, la propia electricidad estática del cuerpo del usuario—, funciona a base de diamagnetismo y paramagnetismo, y permite registrar la presencia de moléculas emitidas por las sustancias componentes de municiones, explosivos, drogas, oro, marfil, billetes de banco, tabaco y cuerpos humanos. Unicamente se requiere, según el tipo de material que se desee descubrir, insertarle una tarjeta especial de programación. Por su extraordinaria sensibilidad, puede detectar esos materiales hasta a 700 metros de distancia en la superficie —aun a través de las paredes—, a profundidades de hasta 60 metros bajo tierra o de 800 metros bajo el mar, e incluso en el interior de un aeroplano que vuele a cuatro mil metros de altura. En fin, una verdadera maravilla tecnológica.

Convencida la Secretaría de la Defensa que con tan asombrosos aparatos no habría narco, sicario o contrabandista que pudiera escapársele, que tras una primera compra —cuya cuantía desconocemos— en abril del año pasado encargó otros 521 detectores, a un costo por unidad de más de 286 mil pesos, para un total cercano a 150 millones. Y, siguiendo el ejemplo de la Sedena, también la Secretaría de Marina, las policías de Chihuahua, Michoacán, Chiapas, Sinaloa, Guanajuato y Colima, y hasta el ISSTE y Pemex hicieron sus propios pedidos, aunque no tan cuantiosos.

Sólo hay un pequeño detalle en esta historia: Jim McCormick, fabricante de la prodigiosa pistola molecular, detector molecular, u ouija del diablo, como la bautizaron los militares y policías, fue atrapado hace poco por la policía británica acusado de fraude. Porque resulta que —al igual que la ouija tradicional— esta ouija molecular es un timo, una vulgar estafa. No detecta nada, y no por defectos de fabricación, sino simple y llanamente porque no tiene ningún componente electrónico o de cualquier otro tipo que pueda hacerlo. Es como esas armas de juguete muy realistas con la apariencia de un fusil o una ametralladora pero que no contienen elementos funcionales. El aparato está vacío. Y las supuestas tarjetas de programación resultaron ser, según comprobó una investigación realizada por la BBC de Londres, tan sólo dos pedazos de cartón con una hoja de papel entre ambos, también sin ningún elemento electrónico o químico.

Tras el arresto de McCormick, en enero de este año, el gobierno británico informó al de México sobre el asunto, advirtiéndole que las famosas pistolas moleculares no sirven para nada.

Pero, por increíble que parezca, desde antes que la Sedena y demás compradores las adquirieran, ya en Estados Unidos, Inglaterra y otros países europeos había abundante información en el sentido de que eran un fraude, misma información que circuló también ampliamente en México. Pero ninguna autoridad la tomó en cuenta. La Sedena y las policías compraron las pistolitas moleculares de mentirijillas y siguieron utilizándolas como si nada. Es más: aún después de la advertencia oficial del gobierno británico, nuestros militares continuaban asegurando que eran efectivas. Todavía el 17 de marzo pasado, la agencia noticiosa Reforma distribuyó una declaración del capitán Jesús Héctor Larios Salazar, oficial de la Unidad Antidroga del Ejército en Culiacán, quien refiriéndose a los fraudulentos aparatos dijo: “Hemos tenido éxito con ellos”.

Para ser exactos, los militares y policías creen haber tenido éxito porque en algunas ocasiones, por casualidad y mientras hacían revisiones aleatorias o seguían alguna pista, la antenita apuntó hacia donde luego se encontró droga. Pero ha habido multitud de casos, documentados en los periódicos, en los que la famosa pistola molecular alertó sobre la presencia de drogas, armas y explosivos y nada se encontró.

En fin, la truculenta historia de la ouija del diablo es la mar de divertida, y hay en ella mucha tela de dónde cortar, así que —excepcionalmente y contra lo acostumbrado en esta columna— mañana continuaremos con el tema. Pero antes, nuestro reconocimiento a Andrés Tonini, en cuyo blog de Internet llamado El Viaje de Lonhjo (que recomiendo visitar) encontré copiosa y completa información sobre este asunto.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


Éste artículo y su continuación, han sido, junto con los de Martín Bonfil Olvera, de los mejores que se han escrito sobre el fraude del detector molecular GT200 en México. Lo único que habría de aclarar, si acaso, son un par de detalles:

  • Gary Bolton, el fabricante del GT200 y cabeza de Global Technical Ltd. no ha sido arrestado. El que sí lo fue es Jim McCormick, de la aparentemente desaparecida ATSC Ltd., fabricantes del ADE651, que también se usa en México, por cierto.

  • La Sedena no fue, hasta donde sabemos, la primera dependencia en adquirir estas varitas de zahorí. Ese honor corresponde, si no me falla la memoria, a Pemex Exploración y Producción, asesorados por personal de la Semar. Aquí, lo admito, la culpa es mía por no haber publicado todavía la entrada con esa información.

Fuera de esto, me alegra mucho encontrarme con alguien que no teme llamar a las cosas por su nombre.

A.T.

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